sábado, 9 de septiembre de 2006

"Que diga asesinados"

Ecodías
La masacre de calle Catriel

Por la tarde, cerca de 300 personas se acercaron al espacio verde destinado por ordenanza para recordar a Zulma Matzkin, Juan Carlos Castillo, Pablo Fornasari y Mario Tarchitzki, jóvenes asesinados por las fuerzas represoras del terrorismo de Estado el 4 de septiembre de 1976. Sus muertes fueron fraguadas bajo un “enfrentamiento” en Catriel 321, previo a los secuestros seguidos de torturas en el centro clandestino de detención local “La Escuelita” ubicado en territorio del V Cuerpo del Ejército. Justamente por esta causa está detenido Santiago “el Tío” Cruciani, represor e interrogador de La Escuelita, quien ya se negó a declarar en tres oportunidades.

Testimonios sentidos


Luego de leer las innumerables adhesiones y compartir la lectura de la poesía “Dónde están”, comenzaron los emotivos testimonios de familiares y amigos de las víctimas.

Alberto Oliver, amigo de Juan Carlos Castillo, habló “de su hombría, de su valentía, de su amor hacia los demás, su solidaridad y de todo eso que hacía de él un excelente hombre”. Juan Carlos Pisano fue compañero de militancia, y lo recordó “como esas personas que pasan por la vida de uno y dejan una marca muy grande, era una persona buena, con todo lo que significa la bondad”.

A Pablo Fornasari lo trajo al presente Nora Peralta, compañera de la carrera de veterinaria: “Era un excelente alumno, comprometido con la carrera que había abrazado con el objetivo de ponerla al servicio de los intereses populares el día que obtuviera su título (...) Era un ser muy comprometido con lo que hacía, desde estudiar hasta militar. Se destacaba por su gran compañerismo, su solidaridad, su gran sensibilidad hacia los más desprotegidos, los más humildes... era un líder natural”. Por su parte Enrique, hermano de Pablo, por primera vez participó activamente en un acto por la memoria y dijo que “todavía hay muchas cosas que solucionar, muchas heridas por cerrar”. Cerró el recuerdo por Pablo, Hernán Fuentes, compañero de militancia.

Sobre Zulma Matzkin, su sobrino Sandro exclamó que “a pesar de que no está debemos pretender aprender del ejemplo que dejó, a ser buenas personas, solidarias, a pelear por lo que creemos es justo, a dejar un mundo mejor al que encontramos (…) mi tía vive en mi memoria, pero además de memoria también tenemos la obligación de pedir justicia, de pretender la verdad, que es algo tan fuerte que es capaz de levantarse de una tumba para ir a darle en el rostro a los genocidas”.

Por último Fabián Lew leyó una emotiva carta escrita por Clarita, hermana de Mario Tarchitzki, quien hoy vive en Israel y junto a su familia no olvidan a “Manolo”.

El acto terminó con el descubrimiento del boceto de la escultura que homenajeará a los bahienses fusilados en Catriel 321 donde también son reprensados a partir del pasado lunes por cuatro árboles con sus nombres plantados por sus propios familiares.

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